Todavía no leíste a: Melissa Carrasco

 

Foto de Richard Quevedo

Melissa Carrasco nació en Santiago de Chile (1987) y reside en la Provincia de Mendoza. Poeta y Profesora de Lenguaje y Comunicación. En su oficio como correctora ha colaborado con diferentes editoriales de Valparaíso. En Mendoza dicta talleres de poesía y edición. Editora en “Fractura Ediciones”, editorial independiente. Participa de Colectiva PAP y es parte de la organización del Contrafestival Internacional de literatura y otras artes.

Finalista en 2015 del premio "Gabriela Mistral" y, en 2016, participó en el "IV Festival Internacional de Poesía de Mendoza", junto a Ignacio Martín Sánchez y Sabrina Barrego, en la mesa de poetas inéditos. También del III Encuentro Poético Internacional Humedal de Concón, Chile. 
En marzo de 2017 inicia el movimiento cultural “Indeseables / Poesía Itinerante” y participó en el IX Festival Internacional de Poesía Joven, organizado por APOA. Recibe mención honorífica en el Certamen Vendimia de Poesía de Mendoza 2018 y Beca Formadores del FNA 2019 por su taller “Origami. Proyecto de obra”.

Ha publicado "Las Plantas" (edición de autorx, 2016), las plaquettes "La última cena de los desempleados" (Editorial Mar Adentro) y Mortiferia o La sed es de los muertos (Fractura Ediciones), “La teta negada” (Ediciones Culturales Mdza, 2019).

10 poemas de Melissa Carrasco

Las últimas horas

Yo voy dibujando casas por el camino.
Tengo los nervios duros,
la boca hecha pasta,
cinco lápices en cada mano.

Tú quieres las casas en el papel.

Una casa de una puerta
y cuatro ventanas como la mía,
ofrece cuatro modos de beber el día,
sólo uno de vivirlo.

Una casa sin puertas
y sin ventanas es el mundo,
creo que en algún momento que no recordamos
hemos entrado en esta casa
y ya se nos hizo imposible salir.

Una casa con dos puertas, sin ventanas,
es donde pasan sus últimas horas las plantas,
ajenas de todo impulso, de toda aspiración.

Lugar donde entran
o salen
los enfermeros que las atienden,
quienes al salir sirven a la vida
y al entrar rinden culto a la muerte.

de Las Plantas, 2016

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Enredadera

Yo miro por si pasan mis árboles
por si alguien viene a buscarme

a coser este brazo que desencaja.

No veo más que tormenta,
la furia desenraizando los campos.

Nada hay que sobreviva a esta casa:
ni las lámparas ni los relojes ni las voces

ni la enredadera que colgué del techo
ni el poema clavado a la puerta.

La enredadera saldrá de este lugar,
pues no encontró luz dentro

ni encontrará
al romper el vidrio de la ventana.

Mis árboles han entrado en los torbellinos.
No vendrán a devolvérmelos.

Se pierden
como yo

diminuta
                en el fondo.

de Las Plantas, 2016

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Este poema puede morir

Este poema puede morir.
Morirá.
A otros anudo ombligos
que corto con los dientes.

Este poema morirá en su propio charco,
vientre abierto mirando al sol.

Un niño podrá pintar de rojo
los labios de mamá.

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La sangre habla

I
La sangre habla.
En tierra,
nieve,
agua.
Por su voz de arteria
dibuja senderos
quiebra la piedra.

Trabaja los valores de vivos y muertos,
especula
la duración de su flujo.

II
La sangre habla.
En oleaje nocturno
socava un cauce
donde implantar
su bandera de coágulo.

III
La sangre habla.
Sugiere ya hueco
el bebedero universal
donde chacales van a oscuras
a apaciguar su desierto.

La sangre llama
hacia la matriz.
Esta vez a morir.

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Es la hora

El sol se esconde de las cucarachas.

La mañana se prolonga:
luz de instantánea
impresa como lengua
imagen posguerra
dádiva de memoria al mundo.

Afuera los niños arrastran
mochilas llenas de pereza y caricaturas.
Las sombras todavía bailan en ruedas.
De noche sacudieron ventanas.
                                    El daño aún no es completo.

Pero mi perímetro está concluido.
La lucidez con agujeros.
Manos crecen
inevitablemente
bajo estratosfera,
bajo cubrecamas
bajo madera y tierra.

Puede que ya no tenga piernas.

Tengo un cerebro negro.
Plástico y brillante.
Lo hago dormir en la otra almohada.
No descansa
refunfuña
es todo miseria latente,
furia de uñas,
nervio color hueso.

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Esta raza
en su primer día
puso el pie fuera
tanteó
objetó
salió
a la madeja regular
para ser ovillo
mas fue plomo
sobre el tejido
más abajo
más abajo te quiero
dijo la norma.

Esta raza
sin paréntesis
de su boca armaba ladrillos
favorecía el éxtasis
con ánimo
de albañil en viernes.
Y si faltaba cemento
era el coágulo
amasijo negro
y si faltaba excusa
era la rótula mandíbula expuesta
y si faltaba joya
eran los dientes incrustación
y si faltaba soga
era el cabello posible muerte.

Esta raza
no termina de construir.
Esta raza
te importó poco, madeja
fue olvido del anaquel
y los anales reductos de historia
fueron casa del vecino
sonido de pileta festiva.

Yo te duelo raza impura
en tu mezcla de oro y barro tibio
en el tremebundo cambio de estación
y me mira extrañada
en lo hondo del origen
una púa donde sangra toda
                                                 mi rareza inacabada
                                                 mi banal discordia.

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Me cansé
del agua y la mentira de su transparencia.
De la defensa del mito
de tanta risa y tanta fecundación
nacer, rasgar
ver, fuente de toda repugnancia
comer, por los niños de África
dormir, por los niños que no duermen
morir, arcada última
por los muertos que se han muerto
y florecer, para ellos
que poco disfrutan nuestras flores los vivos
menos gladiolos
menos claveles.
Intuimos sin importar el lecho
siempre nos quedará algo de espanto
con el cual fecundar la tierra.

de La teta negada, 2019

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La cárcel augura un plato mejor esta noche.
Aquí morimos en pandura.
Oigo romperse la textura final del día.
La oigo entre migajas de algún cuerpo caído entre sus premios.
Insectos frotarán sus manos, reconstruirán así sonidos
anteriores a la creación del hombre. Todo era
música de ebullición, fábrica de burbujas. Hora será aquella
que menos favorezca
la aparición de luminarias celestes.
Luz será la de mi calle, la de cuenta impaga la del quiosco
esquinero, periódico común de abortos y obituarios.
Olerá a herbario salvaje recolectado cuatro am por ardillas
hipertróficas de mi pesadilla más ahogada.
Concebiré viscoso al poema. Nadie
podrá decir tiene pene o vagina. Imitaré a las orquídeas
en su multiplicidad. Peinaré al poema, haré que acabe
su rosa fermentada. Esta noche seré alguien que no conozco.

de La teta negada, 2019.

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He guardado mi vestido de volantes,
En su sangre, mis costuras.
Hay algo en el poro
de múltiple y sonámbulo.
Somos materia negra transformable
Energía de rueda cerro abajo
zambullido en el mar.

He quedado con mi cuerpo
y su brillo neumático en la oscuridad
con mi cuerpo
y su angustia con lo ausente
con mi cuerpo
y su llamado cósmico al enfrentamiento
furia bélica que recrea
como historia universal
animalitos de caza
que caen uno a uno
en la grieta de mi pared.

de La teta negada, 2019

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No finjamos que no supimos del olor a clavel
Que nos crecía entre las axilas
Algo se moría en noches de verano
Algo como un perro a mitad del camino

Yo correré mi estatura varias veces
Seré mi propia réplica
En términos de sismo
Yo remecí la casa completa
Tamicé la esperanza de vernos como antes
Para que ya no hiciera daño
Tu sonrisa de fondo en un parque en una playa
Cuando los cuerpos sabían responder al calor
Una sopa de invierno todo el año

Eso era el amor
Y lo vimos apologizar
Su causa entre los recodos de un cerro
Entre un matorral
Y entre las uñas que se comían lo que dejábamos en la mesa para después

Inédito

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Intervención poética por los derechos humanos en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires,
Espacio Memoria y Derechos Humanos (ex ESMA) durante el IX Festival Internacional de Poesía Joven, organizado por APOA

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